Un modelo de oración

A veces, la gente se pregunta: si Jesús era Dios, ¿por qué tenía que orar? Es una pregunta que suelen hacerse los que creen que la oración consiste en “pedir favores”. Pero esto no lo es todo en la oración. Como dijo Mahatma Gandhi: “Rezar no es pedir. Es un anhelo del alma”.

Jesús, aunque era el hijo de Dios, vivió una vida completamente humana. Como todos nosotros, sentía la real necesidad de comunicarse con alguien a quien amaba profundamente: su padre. En la oración, compartía sus experiencias y sentimientos con alguien que se interesaba por ellos, y buscaba realizar la voluntad de Dios en su vida.

Jesús experimentó una cercanía constante, cálida y abierta con el padre. Y toda relación estrecha implica comunicación. Esta comunicación incluye el escuchar y participar. Sabemos, por experiencia, que nuestros amigos son auténticos cuando están dispuestos a dejar todo lo que tienen entre manos, para escucharnos. Y solo a nuestros íntimos les comunicamos nuestros éxitos y fracasos, nuestras alegrías y tristezas, nuestros buenos y malos momentos.

Los Evangelios nos ofrecen la evidencia de que Jesús “escuchaba” a Dios a través de la naturaleza, a través del pueblo y en el silencio. Compartió Dios sus preocupaciones, los acontecimientos de su vida, sus sentimientos. En lugar de procurarnos un “manual de instrucciones” para orar, se nos presentó a sí mismo como un modelo vivo para nuestra oración. Pídele a Jesús que te enseñe a orar, para que te sientas tan cerca de Dios como él lo estaba, y ora sin cesar. Padre, enséñame a orar, dime qué tengo que hablar. ¡Quisiera orar como Jesús! Padre, enséñame a vivir. Quiero darte lo mejor de mí. ¡Quisiera vivir como Jesús! Padre, enséñame a servir y tu santa voluntad cumplir.