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La limosna

La tercera de las prácticas que la Iglesia propone para cuaresma es la limosna, con ella se cierra la triada compuesta por el ayuno, la oración y la limosna.

Si cuando hablábamos del ayuno decíamos que el ayuno debía llevarnos a una empática solidaridad con las personas que viven continuamente privadas de lo que nosotros nos privamos de forma ocasional, la limosna es la puesta en práctica de esta solidaridad, por eso las tres practicas cuaresmales están en función de hacer que llevemos a la practica en la vida de cada día los valores con los que se construye el Reino de Dios.

Efectivamente la solidaridad entre los hermanos y con quienes pasan hambre o viven privado de lo necesario porque la realidad los obliga a vivir así es el santo y seña de los seguidores de Jesús. Así los primeros cristianos “estaban juntos y tenían todas las cosas en común; vendían todas sus propiedades y sus bienes y los compartían con todos, según la necesidad de cada uno.” (Hch. 2, 44-45) porque quienes han decidido seguir a Jesús tienen presente cuanto nos ha dicho Cristo y que San Juan de la Cruz resumía tan hermosamente: “En el atardecer se nos examinará en el Amor” pero un “amor que – según nos amonesta San Ignacio de Loyola – se ha de poner más en obras que en palabras”

Recordemos las palabras de Jesús: “Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fuí huésped, y me recogisteis; desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; estuve en la cárcel, y vinisteis a mí.” (Mt. 25, 35-36)

Por tanto ten en cuenta que cuando auxilias al pobre y al desvalido, asistes por su medio a Dios, que mendiga de tu amor, no te cierres y practica la misericordia. 

Emmanuel Barrientos Arguedas 

Coordinador Fraternitas EG


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