La Oración
La semana pasada habíamos dedicado la reflexión del lunes a platicar sobre el ayuno, una de las tres practicas que la Iglesia recomienda para el tiempo de cuaresma. Decíamos del ayuno que este nos debe llevar a la solidaridad empática con quien sufre hambre, no por opción personal sino por la realidad lo obliga, porque son pobres.
Pero en ¿Qué se diferencia esta actitud de las que no son propiamente cristianas? Pues el cristianismo no es la única experiencia religiosa que propone la privación ascética de los alimentos como camino para trascender y llegar a Dios. Así por ejemplo el Islam propone a los musulmanes el periodo de ayuno conocido como el Ramadán o los judíos que cuentan con el día de la expiación o Yom Kipur.
La diferencia entre el ayuno cristiano y otras prácticas es que el ayuno como las demás prácticas cuaresmales están centradas en el seguimiento de Cristo. A la frase de Pascal: “Yo amo la pobreza porque Él la amó” cabría añadir “Yo ayuno porque Él ayunó” y es por esta “secuela Christi” que la Iglesia propone a los creyentes la necesidad de la oración, para seguir a Jesús es necesario conocerle, para conocerle habrá que habituarse a la oración, pues es el lugar donde entramos en relación con el Dios de la vida.
El filósofo danés Søren A. Kierkegaard (1813- 1855) escribía en su diario: “justamente, los antiguos decían que orar es respirar. Vemos aquí cuán estúpido es hablar de por qué se debe orar ¿Por qué respiro? Porque de lo contrario moriría. Lo mismo vale decir de la oración”. En la obra del teólogo dominico, el cardenal francés Yves Congar (1904- 1995) “Los caminos del Dios vivo” agrega a lo dicho por Kierkegaard “Con la oración recibimos el oxígeno para respirar. Con los sacramentos nos nutrimos. Pero antes de la nutrición está la respiración y la respiración es la oración”
La oración es indispensable para la vida espiritual, sobre todo en nuestros días, porque el mundo necesita testigos de la alegría que nos trae la Buena Noticia que nos regaló Dios en Cristo Jesús; no necesita de zombis espirituales, muertos en vida que deambulan de un lado a otro gastando la vida en cosas sin sentido. La oración mantiene la vida del alma y da fuerza para ser en el mundo un testimonio de la humanidad nueva nacida del costado abierto de Cristo en la Cruz
Emmanuel Barrientos Arguedas
Coordinador Fraternitas EG
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