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PONIENDO LA OTRA MEJILLA

  • Foto del escritor: Fraternidad Para la Alegría del Evangelio
    Fraternidad Para la Alegría del Evangelio
  • 8 feb 2018
  • 3 Min. de lectura

Estimadísimos hermanos, en esta ocasión, me dirigiré a ustedes con un tema que también – al igual que otros que hemos hablado anteriormente – hemos oído hablar mucho, pero que últimamente hemos tenido que poner en práctica muchos de nosotros como cristianos, a la luz de los acontecimientos que sobrecogen a nuestro país (Costa Rica) desde el pasado domingo 4 de febrero que se celebraron las elecciones presidenciales. Y hago referencia al ataque que se ha exacerbado – ya que los mismos venían “in crescendo” - en contra de los que nos declaramos religiosos o practicantes de una fe. Primeramente, cuando hablamos de “poner la otra mejilla” debemos de entenderlo en el contexto del discurso de la Montaña en que Jesucristo reforma la “ley del talión” (cf. Mt 5,38-42) Jesucristo toma por tema la ley del talión, que se hallaba formulada en la ley judía: “habéis oído –en las lecturas y explicaciones sinagogales– que se dijo (a los antiguos): ojo por ojo y diente por diente” (cf. Manuel de Tuya, Biblia comentada, BAC, Madrid 1964, pp. 119-122). Lo que Cristo enseña, en una forma concreta, extremista y paradójica, es cuál ha de ser el espíritu generoso de caridad que han de tener sus discípulos en la práctica misma de la justicia, en lo que, por hipótesis, se puede reclamar en derecho (ya que si nos atacan, podríamos atacar de vuelta, ¿no?) Dicho esto, podemos dar inicio al asunto en cuestión. Los resultados de las elecciones iniciales – ya que a como sabemos, debemos de acudir una vez más a las urnas de votación – a mi parecer nos sorprendió a todos, a propios y a extraños, y si bien, muchos no votaron por el candidato que recibió el porcentaje más alto de los electores, también se vieron afectados por los ataques suscitados por los detractores de esta persona que enarboló en su campaña algunas banderas del pensamiento cristiano. (Y quisiera ser muy enfático en que esto no es un discurso político parcializado, ni pretendo influenciar el pensamiento de nadie, respecto a su postura política.)

Pero independiente del partido político de nuestra predilección, muchos de nosotros, como cristianos comprometidos con la causa de Cristo, y su misión en el mundo por medio de la Iglesia, fuimos tratados – solo por nuestro pensamiento religioso, independientemente de nuestra formación o preparación – como idiotas, ignorantes, retrógrados, fomentadores del odio, homofóbicos y toda clase de ignominias existentes (como repito, a pesar de que muchos no votaron o simpatizaban con este candidato). En las redes sociales, en Whatsapp y por toda clase de medios; llovían infinidad de imágenes, discursos, discusiones, “memes”, videos, alegando que por el simple hecho de que esta persona se declaraba cristiano y defendía ciertos pensamientos, iba a devastar el país, y que todo era culpa de todos aquellos que también se declaraban cristianos y pensaban similar. Sin querer aunar más en esto – ya que todos sabemos que es lo que ha pasado – es importante que podamos poner en práctica ese mensaje que nos regaló Jesucristo en aquella montaña cerca del mar de Galilea. Como cristianos debemos, ante estos ataques llenos de odio y resentimiento, poner la otra mejilla, no caer en el juego de aquellos, que pretender quitarnos la paz, la serenidad, la alegría, que nos debe distinguir como cristianos; a como nos lo ha señalado el Papa Francisco. Ya que poniendo la otra mejilla, revelamos bien lo que debe ser la disposición de ánimo de un discípulo de Cristo, el saber perdonar. Debemos ante estos casos, redoblar esfuerzos de oración, pedirle al Señor por estos hermanos que vuelto su mano hacia nosotros ya que a como dice la Escritura: “Han oído que antes se dijo: 'Ama a tu amigo y odia a tu enemigo'. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen. Así ustedes serán hijos de su Padre que está en el cielo" (Mateo 5:43-45a)”. y debemos pedirle mucha sabiduría y fuerza de voluntad para nosotros, para contener los deseos de replicar alguna ofensa, insulto, calumnia, etc., que hayan dirigido hacia nosotros. Nosotros como hijos de Dios, debemos de comunicar y transmitir amor, de forma incondicional, a pesar de lo que nos estén diciendo o expresando, debemos abrirnos a la caridad con el hermano, que talvez no conozca las bondades del amar a todos los hermanos, a pesar de que no piensen como nosotros. Por eso, frente al espíritu estrecho y exigente del individuo ante su prójimo, pone Cristo la anchura y generosidad de su caridad. ¿Cuál ha de ser, pues, la actitud del cristiano ante el hombre que le ataca y lo desprestigia en cosas como estas? “No resistirle”, no por abulia, sino para “vencer el mal con el bien” (Rom 12, 21). Marco Murillo Sánchez. Fraternidad Evangelii Gaudium.


 
 
 
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