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EL CRISTIANO A LA LUZ DE LA ESPIRITUALIDAD EUCARÍSTICA

Paz y bien queridos hermanos: El verdadero cristiano trasciende: es decir, va más allá. No se conforma con ser bueno, ya que el verdadero seguidor de Cristo quiere ser santo y se esfuerza cada día, por actuar como Él, por pensar como Él, ser, como san Francisco de Asís, un Alter Christus, y llevar una experiencia de vida que permita ineludiblemente ser esa imagen del Hijo de Dios, logrando que los demás puedan ver a Dios en él, en su integridad. El verdadero cristiano es un hombre de oración, es una persona que en su agenda diaria dobla rodilla ante el Señor, lo busca en el Sagrario para adorarlo, para contemplarlo, para estar con Él; lo busca en la Eucaristía para hacerse uno con Él, para alimentarse del manjar más pleno que un ser humano pueda tener: el pan de vida eterna, y, al alimentarse se plenifica, se llena de goza y de fuerza para ir al mundo a hacer lío, como dice el papa Francisco, a confundir a los sabios, a nadar contra corriente y a pesar de las tentaciones cotidianas es capaz, a pesar de su debilidad y flaqueza de suplicarle al Señor que le conceda mantenerse fiel a su voluntad en cada paso que dé. El verdadero cristiano, tiene fe y confía, confía en el amor, en la misericordia, confía en que el corazón y la bondad de Dios son más grandes que la mayor suciedad del pecado que pueda tener durante toda su vida, asimismo, es una persona humilde, que es capaz de despojarse de lo que tiene si es necesario, no se apega a las cosas, y así, como los franciscanos son capaces de vivir con la filosofía de vida: tener lo mínimo necesario y no lo máximo permitido. El verdadero cristiano reconoce sus culpas y pide perdón, pero al pedir perdón y ser perdonado no se queda en las palabras, actúa, se siente como aquel hombre de la parábola que debía mucho y le perdonaron todo; agradece la misericordia y se pone en marcha hacia la santidad, toma caminos distintos a los que había tomado durante tanto tiempo y lucha por ser santo, por mantener la belleza de su alma sin pecado, y dice y vive aquel hermoso pensamiento del hermano Rafael: “(…) solo Dios, hermano, sólo Dios.” Por otro lado, la Espiritualidad Eucarística ha de sintetizarse de la siguiente manera: La Eucaristía es la escuela en la que el cristiano aprende a ser discípulo de Cristo “manso y humilde de corazón”, es decir, aprende a combatir el orgullo, la sed de dominar, de aparecer, de ser admirado; aprende a servir, y sobre todo a “perder la propia vida” en el don de sí a Dios y a los hermanos”. Paz y bien. Dr. Alonzo Álvarez Vega Fraternitas Evangelii Gaudium 


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