LA ESPERANZA NO DEFRAUDA
- Fraternidad Para la Alegría del Evangelio
- 24 ene 2018
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Mensaje de la Conferencia Episcopal de Costa Rica para el Proceso Electoral 2017-2018 Ante la convocatoria a elecciones nacionales realizada por el Tribunal Supremo de Elecciones para el próximo 4 de febrero del 2018, y en nuestra condición de obispos de la Conferencia Episcopal de Costa Rica (CECOR), nos motiva la alegría y la esperanza para invitar a la comunidad nacional a vivir en plenitud esta fiesta democrática. Este proceso electoral debe asumirse de manera informada, consciente y responsable, en procura de la construcción de una democracia participativa, a favor del bien común y que facilite escribir el futuro de nuestro país desde el dictado de la voluntad popular. Hay una responsabilidad compartida entre partidos políticos, candidatos y electores. Aspiramos a que los dos primeros garanticen una campaña libre de agendas ocultas, demagogia y populismos engañosos, y que los ciudadanos elijan a los candidatos que consideren honestos en sus propuestas y que sustenten los mejores valores patrios. Precisamente, es en el recinto electoral donde nuestra conciencia debe decidir, no llevada solo por emociones, sino por la racionalidad de un voto informado. Por todo lo anterior y en ejercicio de nuestra misión pastoral, dirigimos el presente mensaje a la comunidad nacional, en aras de fortalecer la vida democrática, suscitar la participación ciudadana y recordar el compromiso y responsabilidad cristiana en la participación política. Hoy, más que nunca, debemos cumplir con la obligación patriótica del sufragio. No dejemos que otros decidan por nosotros el futuro de la Patria. Abstenerse de votar es delegar a otros el derecho de elegir. Y, ¿por quién o por quiénes votarán los otros? Recordemos que votar es un deber ciudadano según la propia conciencia. De ahí que, en el marco de la participación política de los laicos, el Decreto Apostolicam Actuositatem, refiere: “En el amor a la patria y en el fiel cumplimiento de los deberes civiles, siéntanse obligados los católicos a promover el verdadero bien común”. En razón de eso, nos sentimos urgidos a decir una palabra de esperanza, desde nuestro corazón de pastores, que escuchamos a diario las angustias y expectativas de los fieles, de frente a circunstancias que consideramos amenazan el presente proceso electoral: 1.Primeramente, hay que destacar que son muchas las fortalezas y oportunidades que tiene nuestra Nación, capaz de devolver la confianza a sus habitantes. En particular, pensamos en tantos costarricenses que honran nuestra Patria y que han hecho de la gestión pública un apostolado con su testimonio de vida, desde valores éticos y principios cristianos. Lo anterior, le ha dado a Costa Rica una identidad nacional que hay que fortalecer. 2.Sin embargo, nuestros ciudadanos constatan en algunos funcionarios públicos, actos de corrupción, tráfico de influencia y mala utilización de los activos del Estado, patrimonio de todos los costarricenses. La corrupción en palabras del Papa Francisco: “es un verdadero cáncer social”. Eso pone en alto riesgo la estabilidad política y propicia la posibilidad de incrementar el abstencionismo con sus consecuencias. Mucho del destino de la Patria se juega en la elección de costarricenses que asumirán los puestos de poder político. De suma importancia, para el electorado, es conocer el proyecto país que proponen los aspirantes a ocupar los puestos de elección popular, y cómo lo van a realizar. Mucho del desencanto proviene de promesas no cumplidas. Ante esa realidad en la gestión de la cosa pública, los candidatos deben dar muestra de probidad a los electores. Adquiere valor un debate político entre los postulantes que devuelva la confianza al electorado, indicando cómo resolver esos graves problemas y desde qué razonamientos ideológicos los realizarán. Los generadores de opinión desempeñarán su papel en el debate, suscitando la sana discusión y la información veraz e imparcial. 3.Son muchos los problemas nacionales que tropiezan con una gestión pública entrabada en una maraña institucional, que requiere soluciones viables y no promesas inalcanzables. En nuestras visitas pastorales constatamos la demanda de soluciones a los principales problemas que agobian a nuestras comunidades. Por eso, el electorado estará atento a escuchar la formulación de políticas públicas para atender el problema de déficit fiscal y el ordenamiento de las finanzas públicas. Asimismo, se requiere de una política social que atienda la pobreza reflejada en la desigualdad social, el desempleo, la indigencia y las necesidades básicas de la población. El Papa Benedicto XVI al respecto dijo: “La dignidad de la persona y las exigencias de la justicia requieren, sobre todo hoy, que las opciones económicas no hagan aumentar de manera excesiva y moralmente inaceptable las desigualdades y que se siga buscando como prioridad el objetivo del acceso al trabajo por parte de todos, o lo mantengan. Pensándolo bien, esto es también una exigencia de la “razón económica””. La búsqueda de un plan de desarrollo económico equitativo y justo, nos hace pensar en una economía solidaria, que mejore la situación de los agricultores, pescadores artesanales y los afectados por los recientes eventos meteorológicos, sísmicos y volcánicos. El alto tráfico vehicular y la infraestructura vial ha colapsado en muchos sitios de nuestras ciudades y comunidades rurales, que requieren soluciones a corto plazo. En particular, el transporte público es de atención inmediata desde el reto ambiental y la prestación del servicio. La violencia en las carreteras afecta la salud mental y enlutan muchas familias. En el campo social, constatamos la tensión entre los derechos de minorías y mayorías, que amerita un equilibro de intereses. Muchas familias en extrema pobreza requieren de vivienda digna. La firme protección de la familia como comunidad de vida y amor no puede postergase. La violencia intrafamiliar toca a la puerta de algunos hogares, dejando huellas de dolor indelebles en las víctimas. Es claro que la violencia contra la mujer es inaceptable y perversa. El sistema educativo ha de respetar las creencias y principios religiosos, para una educación de la afectividad y la sexualidad con rigor científico, sin los riesgos de corrientes como la “ideología de género”. Esos valores y principios religiosos, establecidos en la legislación costarricense, han dado una identidad cultural a nuestro pueblo. Un compromiso nacional es la defensa de la vida desde la concepción hasta la muerte natural y al respecto, es pertinente conocer el criterio de los candidatos a puestos de elección popular. En temas como éste, se necesita una defensa valiente de la soberanía jurídica nacional, y una ley que proteja la objeción de conciencia. Así, como la vida en la complejidad de sus formas en nuestra biodiversidad, donde el recurso hídrico es fundamental para su sustentabilidad. También, hay una tarea ética en la atención a las comunidades indígenas, los adultos mayores, los migrantes y abrir oportunidades para las personas con limitaciones físicas. Toda discriminación no está en el espíritu de la fraternidad. El sistema de salud requiere mejorar la atención oportuna y de calidad, y el sistema penitenciario con su problemática del hacinamiento espera respuesta. La promoción de las artes, la cultura o culturas, merecen el estímulo estatal. Y la participación de la mujer en la vida política enriquece nuestra convivencia social y el desarrollo democrático de nuestro país. Otro cáncer que carcome nuestra sociedad es la delincuencia común y organizada, que promueve la trata de personas, el turismo sexual, el sicariato, el trasiego y consumo de drogas ilícitas. Como complemento a esto, hacen falta decididas políticas de prevención. El anterior esbozo, que nos acerca a una descripción de la complicada realidad de nuestras comunidades, requiere de respuestas creativas y efectivas. La apuesta por el diálogo social y sus acuerdos, donde participen también los actores políticos, es un camino patriótico y costarricense. Por eso calificamos como positiva la suscripción del Acuerdo Nacional entre partidos políticos con representación legislativa (Por una Costa Rica del bicentenario) y recientemente, la Mesa de Diálogo fue una oportunidad para atender la sostenibilidad del régimen de IVM-CCSS. El diálogo siempre será un camino para la paz social. Al vivir este tiempo litúrgico de Adviento y muy próximos a la celebración de Navidad, que es tiempo de espera y gozo, valoramos el proceso electoral, precisamente en esa dimensión esperanzadora, para asumir los grandes retos que como sociedad nos vincula a todos. Con la esperanza puesta en el Señor de la historia y con la fuerza que recibimos de Él, consideramos que los grandes problemas tienen solución, lo que exige el compromiso de toda la familia costarricense. La esperanza nunca defrauda. Que Santa María Reina de los Ángeles, que portó en su vientre al Salvador del mundo en quién ponemos nuestra confianza, bendiga a Costa Rica en su proceso electoral del 2018. Dado en la sede de la CECOR el segundo domingo de Adviento. San José, 10 de diciembre del 2017. +José Rafael Quirós Quirós Arzobispo Metropolitano de San José Presidente de la Conferencia Episcopal de Costa Rica +Gabriel Enrique Montero U. Obispo de San Isidro del General Vicepresidente de la Conferencia Episcopal de Costa Rica +Javier Román Arias Obispo diocesano de Limón Secretario General de la Conferencia Episcopal de Costa Rica +José Manuel Garita Herrera Obispo de Ciudad Quesada Tesorero de la Conferencia Episcopal de Costa Rica +Ángel SanCasimiro F. Obispo de Alajuela +Óscar Fernández Guillén Obispo diocesano de Puntarenas +Manuel Eugenio Salazar M. Obispo de Tilarán-Liberia +Mario Enrique Quirós Q. Obispo de Cartago
