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La Alegría del Evangelio

  • Foto del escritor: Fraternidad Para la Alegría del Evangelio
    Fraternidad Para la Alegría del Evangelio
  • 18 ene 2018
  • 2 Min. de lectura

El mensaje del evangelio es fuente de alegría “Os he dicho estas cosas para que mi alegría este en vosotros y vuestra alegría sea plena” (Jn 15, 11) en Jesús, Palabra eterna del Padre (Cfr. Jn. 1, 1. 14) Dios se hace presente en miedo de su pueblo como el Emmanuel “Dios-con-nosotros” (Mt 1, 23) y prolonga su misericordia con los que te reconocen, su justicia con los que tienen el corazón bueno (Sal. 35, 11), de generación en generación (Lc. 1,50) llegando hasta nuestros días como “río que alegra la ciudad de Dios” (Cfr. 45, 4).

Efectivamente, nosotros somos herederos de un Evangelio que llega hasta nuestros días como agua que cura las heridas causadas por el odio y los conflictos fratricidas. Por eso la reunión de los hermanos es una fiesta, nosotros nos reunimos como Iglesia en torno a la mesa en la que “Como a hijos se nos ofrece el Señor Dios” (cfr. Heb 12,7 ~ CtO 11).

No haya sitio en nuestros corazones para la tristeza porque nosotros vivimos en la aurora del “domingo sin ocaso en el que la humanidad entera entrará en tu descanso" (Prefacio Dominical X) porque «Hoy es un día consagrado a nuestro Dios: No hagáis duelo ni lloréis» (Neh 8,9)

Y ese es el signo distintivo del creyente, la alegría, una alegría que no está sujeta a triunfos temporales o a posesiones terrenas a la postre “la polilla y el óxido destruyen, y donde los ladrones se meten a robar.” (Cfr. Mt 6, 19) Más bien tenemos “puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe” (Heb 12, 2), y guardamos nuestro tesoro “en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido carcomen, ni los ladrones se meten a robar. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.” (Cfr. Mt. 6, 20-21)

Así herederos del tesoro de la alegría del evangelio “lo llevamos en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros. Nos aprietan por todos lados, pero no nos aplastan; estamos apurados, pero no desesperados; acosados, pero no abandonados; nos derriban, pero no nos rematan; en toda ocasión y por todas partes, llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo. Mientras vivimos, continuamente nos están entregando a la muerte, por causa de Jesús; para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal” (2Co. 4, 7-12) 

Emmanuel Barrientos Arguedas

Coordinador Fraternitas Evangelii Gaudium


 
 
 

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