Cuando hay verdadero amor, buscamos la santidad del prójimo

Paz y bien queridos hermanos. La vida me ha enseñado algo muy sencillo: somos diferentes. Cada persona, desde su propia realidad es distinto de otro, lo podemos ver no solo en cuestiones fisiológicas sino en rasgos de personalidad, creencias, preferencias, aficiones, y toda la amplísima gama de situaciones que en la sociedad se pueden presentar. Soy católico, por la transmisión de fe de mis padres y por convicción propia también, soy un gran pecador con la esperanza firme en que por la gracia y misericordia infinita de Dios pueda luchar cotidianamente contra mi historia y me deje amar por el Señor y cada día, poco a poco me pueda ir asemejando a Él en amor y en santidad. Nuestra fe tiene su fundamento en Jesucristo, en la Sagrada Escritura y el Magisterio de la Iglesia y, puedo decir algo avergonzado: a veces pecamos mucho por ignorancia y mediocridad. ¿A qué me refiero con esto? Muchos somos ignorantes de nuestra propia fe, no conocemos las enseñanzas de Jesús y manipulamos todo a conveniencia porque la sociedad nos ha enseñado a ser relativistas, es decir, volver al laissez faire laissez passer, (dejar hacer, dejar pasar), que para muchos es lo más fácil; esto conlleva directamente a una actitud de cristiano mediocre, un cristiano desinformado que anda por el mundo con un pensamiento ligth, un cristiano sin compromisos, sin un norte claro, un cristiano que por voluntad propia se aleja de su fe y por ende deja de vivir como tal. En la actualidad, estamos viviendo la nueva colonización ideológica, donde todo pretende ser permitido, donde un grupo quiere imponernos ideologías que no son correctas, donde todo es válido solo porque sí. La ideología de género existe, no es una falacia, y la colonización ideológica también lo es. Dios da libertad y la sociedad ofrece libertinaje. La fe se comparte pero no se puede imponer al igual que los demás pensamientos. ¿Cómo es posible que si alguien, por ejemplo, un varón, dice sentirse identificado con una mujer, solo por ello ya la sociedad entera deba verlo como si realmente fuera una mujer? Una cosa muy distinta es que esa persona decida vivir así y los demás respetemos su decisión aunque no la compartamos y otra, que los demás debamos (por imposición) ver una mujer donde hay un hombre; es igual que ver una manzana y nos quieran hacer creer que es una naranja. Aunque haya mil leyes que digan que la manzana es una naranja, no dejará de ser manzana. No soy juez ni pretendo serlo, es algo que no me compete por muchas razones. Solo quiero dejar en claro que el hecho de que mi fe me enseñe qué es lo correcto no me deja exento de pecar. Ya lo dije, no soy santo, soy un pobre pecador con el corazón lleno de cicatrices por las mismas decisiones que he tomado a lo largo de mi vida y llegaron a alejarme de Dios, pero Él, insisto, me vio con misericordia y aquí me tiene, herido, marcado, pero con la esperanza de alcanzar la santidad. Ayer, conversando con mis hermanos de la fraternidad fui catequizado hasta lo más profundo de mi alma por las palabras de una de mis hermanas en la fe quien dijo lo siguiente: “Llevar la alegría del Evangelio a todos lados. Irradiar el amor de Dios y luchar por traer muchas más almas a los pies de nuestro Señor; el amor consiste en buscar el mayor bien para el prójimo y, el mayor bien, es su santidad. Entonces, cuando hay verdadero amor, buscamos la santidad del prójimo” Debemos ser consecuentes con nuestra fe, debemos luchar por cumplir la voluntad de Dios, con amor, con misericordia, no podemos imponer la fe a la fuerza, debemos transmitirla con amor, con dulzura, no seamos verdugos, seamos amorosos hijos de Dios, llevemos nuestra fe a la vivencia práctica, seamos luz de Cristo, es decir, evangelicemos con amor y quien tenga oídos para oír que oiga, (cf. Mt 13, 9) lo demás dejémoslo en manos de Dios. Paz y bien.