Anochecía el día del Señor...
Anochecía el día del Señor radiante como el medio día, era un 06 de agosto de 1978. El beato Pablo VI había preparado el texto para el Ángelus meridiano de aquella cálida jornada. “La Transfiguración del Señor, recordada por la liturgia en la solemnidad de hoy, - comentaba el Papa beato - proyecta una luz deslumbrante sobre nuestra vida diaria y nos lleva a dirigir la mente al destino inmortal que este hecho esconde.” Así iniciaba el último discurso publico de su pontificado, discurso que nunca pronuncio por la gravedad de su enfermedad. Un discurso que dirigía la mente al destino inmortal, la corona de gloria que alcanzaría ese mismo día a las 21: 40. Sus ultimas palabras: he peleado el buen combate, he corrido la carrera, he conservado la fe… y anochecía…. En silencio de espera para que amaneciera el nuevo día, con la frescura de una brisa tenue, una suave y queda voz (1Re. 19, 12) en la que Dios se haría presente. Dios sonreía a su Iglesia, en un humilde cura de pueblo nacido en Canale D’Agordo y elevado a la dignidad del Patriarcado de Venecia. Contaba Albino Luciani – que así se llamaba – que nunca había enrojecido tanto como en aquella ocasión en la que el Papa Pablo VI, de visita pastoral en Venecia, tomó la estola que llevaba sobre sus hombros y se la colocó a él, signo que presagiaba la dignidad a la que estaba llamado. Dios sonreía a la Iglesia una mañana que amanecía el 26 de agosto de 1978, una mañana sorpresiva, que despertó a la Iglesia adormecida por el dolor y la preocupación, peso enorme de una humanidad que quería hacer su vida sin Dios. amanecía un sol de radiante sonrisa cálido y cercano. Dios se pronunciaba por primera en mucho tiempo, con ternura de Madre. Papa Juan Pablo I decía en el Ángelus del 10 de setiembre de 1978: “[…] somos objeto de un amor sin fin de parte de Dios. Sabemos que tiene los ojos fijos en nosotros siempre, también cuando nos parece que es de noche. Dios es Padre, más aún, es madre. No quiere nuestro mal; sólo quiere hacernos bien, a todos. Y los hijos, si están enfermos, tienen más motivo para que la madre los ame. Igualmente nosotros, si acaso estamos enfermos de maldad o fuera de camino, tenemos un título más para ser amados por el Señor.” (Ángelus 10/10/1978) El Papa catequista, sonrisa que alegraba, ponía de buen humor y llamaba a transformar el mundo según el deseo de Dios: Jesús ha señalado también cómo amar al prójimo, o sea, no sólo con el sentimiento, sino también con las obras. Éste es el modo, dijo. Os preguntaré: tenía hambre en la persona de mis hermanos pequeños; ¿me habéis dado de comer cuando estaba hambriento? ¿Me habéis visitado cuando estaba enfermo? (cf. Mt 25, 34 ss.) (audiencia 27/10/1978) La vida como el amor es un viaje y “Amar a Dios es, por tanto, viajar con el corazón hacia Dios. Un viaje precioso.” (audiencia 27/10/1978), un viaje que se hace más ameno cuando Dios nos sonríe. el 26 de agosto amaneció para un mundo inmerso en conflictos y guerras, la Sonrisa de Dios
Emmanuel Barrientos Arguedas
Servidor Fraternitas EG
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