top of page

5 grandes razones para confiar en Dios



Paz y bien, queridos hermanos. 


Confiar en Dios, pero confiar de verdad, es realmente complejo. Muchos dirán que es fácil pero solo cuando se está bien, porque cuando la estabilidad se tambalea, la labor de confianza podría ser titánica. Pero, ¿qué significa confiar en Dios? ¿por qué debemos confiar en Él? ¿ganamos algo confiando a ciegas en Dios? estas y muchas otras interrogantes podrían hacernos dudar de una absoluta confianza.


La vida de la persona humana es realmente una montaña rusa, con sus altos y sus bajos, con sus días soleados y sus días grises, algunas veces con miles de razones para sonreír y otras, con ganas de llorar o de aislarse de todos y de todo. Es por ello, que la vivencia de una espiritualidad firme puede ayudar a llevar más sobriamente las vicisitudes de la vida, así podremos decir con el apóstol “Si Dios está con nosotros, ¿Quién contra nosotros?” (cf. Rm 8, 31b).


Ahora bien, para poder confiar es necesario conocer, esto es una regla por antonomasia, igual que en las relaciones personales, ya que si no se conoce bien a una persona no se le puede abrir el corazón, no se le pueden confiar cosas importantes ya que no se sabe qué hará ni cómo lo hará. Por lo tanto, resulta necesario acercarse a Dios y  poco a poco irlo conociendo, así, el corazón arderá de amor y querrá seguirlo, querrá escucharlo, querrá llenarse con sus palabras que son palabras de vida eterna y al hacerlo no tendrá otro remedio que seguirlo porque quien se deja amar, quien se deja vencer por Jesús (cf. Jr. 20,7) saciará su sed con agua de vida eterna (Jn. 4, 11-14).


 Por ello, me atrevo a dar cinco grandes razones para confiar en Dios:

  1. Él nos conoce más que nosotros mismos: por naturaleza, las personas nos planteamos metas (que no está para nada mal) pero cuando no las alcanzamos nos sentimos tristes y defraudados, nos quejamos, nos hacemos miles de cuestionamientos que nos hacen dudar de todo un poco. Quizá en el momento preciso no comprendamos los porqués pero cuando haya pasado el tiempo de Dios, se nos abrirán los ojos del entendimiento y le daremos la razón al Señor. Algo hay que tener claro: Él nos conoce tan bien que acomodará nuestro camino por la vida de forma tal que tengamos más medios para alcanzar la santidad. 

  2. Dios sabe qué necesitamos: cuando éramos niños y queríamos que nuestros padres nos compraran algo o nos dieran algún tipo de permiso, desarrollábamos una capacidad impresionante para justificar las razones de por qué nos debían comprar aquello y a veces nuestros padres, con su sabiduría, nos lo negaban y podíamos llorar, patalear y hacer berrinches que más bien nos podría acarrear consecuencias… con Dios, sucede más o menos igual. A veces le pedimos a Él que nos conceda esto o aquello y no se da; luego, sin pedírselo, nos da otra cosa que resulta ser mejor que lo que originalmente añorábamos porque Dios sabe qué es lo mejor para nosotros y nos lo procura. 

  3. Su palabra nos invita a confiar en Él: la Sagrada Escritura nos insta constantemente a confiar en Dios. “Dichoso el hombre que pone en el Señor su confianza” (cf. Sal 40, 5); “Confía en Él y te ayudará, endereza tus caminos y espera en Él” (Cf. Si. 2,6). “Esta es la confianza que tenemos en Él: si le pedimos algo según su voluntad, nos escucha” (I Jn. 5, 14). La confianza en Dios no ha de verse solo en virtud de la providencia material sino del desarrollo espiritual de un corazón a la manera de Dios, este nos sana de nuestras dolencias, como lo hiciera con el paralítico “Ten confianza, hijo, tus pecados te son perdonados” (cf. Mt, 9, 2b), por ello, hemos de erradicar de nosotros el miedo de lo que vendrá, no nos debemos preocupar del porvenir, que Dios nos dará aquello que sea mejor para nosotros, y nos dirá igual que a los apóstoles asustados “Tened confianza, soy yo, no tengáis miedo” (Mt 6, 50b)

  4. Jesús nos da el ejemplo de cómo confiar en el Padre: Jesús, es nuestro modelo de confianza, Él nos conduce por un camino que lleva a la santidad, que lleva al Padre. En la oración del padrenuestro nos lo afirma: “venga tu Reino; hágase tu voluntad, como en el cielo, también en la tierra” (cf. Mt 6, 10), asimismo, en la oración en el huerto al inicio de la pasión, una vez más, Jesús pone su confianza en el Padre y se abandona a su Santa Voluntad, “Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (cf. Lc 22, 41-42). Debemos confiar e imitar al Maestro, Él nos enseña que de la oración obtendremos lo que necesitamos según la voluntad del Padre, por ello, podríamos orar como lo hizo san Alfonso María de Ligorio y decir: Oh Jesús mío, soy todo tuyo y te ofrezco cuanto poseo por medio de tu Santísima Madre.

  5. Dios no defrauda a quienes confían en Él: El Señor nos pide que lo sigamos, que dejemos todo por Él y que Él nos dará Vida. “Quien encuentre su vida, la perderá; pero quien pierda por mí su vida, la encontrará” (cf. Mt 10,39). Jesús nos ofrece algo eterno a cambio de nuestra pasajera existencia, ya decía san Ignacio de Loyola que el único error de la vida es no ser santos; asimismo, en las bienaventuranzas, una vez más, se nos confirma que quienes confiemos en el Señor no seremos defraudados, que aunque parezca que todo lo llevamos cuesta arriba tendremos luz al final del camino, porque Jesús, es nuestra cruz y es nuestra luz tal como lo dice el canto Mi cruz, mi luz, de Álvaro Fraile. “Bienaventurados cuando os injurien, os persigan y, mintiendo, digan contra vosotros todo tipo de maldad por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo: de la misma manera persiguieron a los profetas antes de vosotros” (cf. Mt 5,11). Es necesario que confiemos en el Señor, Él nos ama, nos mira con misericordia, no se cansa de nosotros a pesar de nuestras necedades y niñerías, Él nos brinda su mano para conducirnos al Padre, quizá el ejemplo más claro que Dios no defrauda a quienes confían en Él lo podemos ver en la cruz, la manifestación de amor más grande jamás vista y ahí, a pesar del sufrimiento físico, de la humillación, sigue tendiendo su mano a quien lo busca: uno de los ladrones que fue crucificado junto a Él le suplicó: “Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino” (cf. Lc 23, 42) y Jesús, en su amor le respondió: “En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso” (cf. Lc 23, 43b). 


Padre mío, me pongo en vuestras manos; 

Padre mío, me confío a vos; 

Padre mío, me abandono a vos; 

Padre mío, haced de mí lo que os plazca; 

sea lo que sea lo que hagáis de mí, os lo agradezco; 

gracias por todo; estoy dispuesto a todo; lo acepto todo; 

os doy gracias por todo, con tal que vuestra voluntad se haga en mí, Dios mío;

 con tal que vuestra voluntad se haga en todas vuestras criaturas, 

en todos vuestros hijos, en todos aquellos a los que ama vuestro corazón, 

no deseo nada más, Dios mío; 

pongo mi alma en vuestras manos; 

os la doy, Dios mío, con todo el amor de mi corazón, 

porque os amo, y para mí es una necesidad de amor el darme,

ponerme en vuestras manos sin medida; 

yo me pongo en vuestras manos con infinita confianza, 

porque vos sois mi Padre.

Beato Charles de Foucauld


Dr. Alonzo Álvarez

Fraternitas Evangelii Gaudium




Entradas destacadas
Entradas recientes
Archivo
Buscar por tags
Síguenos
  • Facebook Basic Square
  • Twitter Basic Square
  • Google+ Basic Square

©2017 Camunidad Laical Fraternitas EG

  • Blogger Social Icon
  • Facebook Social Icon
bottom of page