Entre el Martirio y Laudato Si
Espacios para el Ecumenismo Abstrac: Las luchas por la construcción de un mundo mejor se encuentran con realidades en las que se expresa de manera más evidente la necesidad un ecumenismo que pase más por acciones concretas que por ponerse de acuerdo sobre cuestiones dogmáticas. En este escrito trataremos las dos grandes realidades que jalonarían este nuevo tipo de ecumenismo: el martirio y la lucha por la casa común Palabras claves: Martir, testigo, justicia, Reino, cruz Introducción: En este artículo he querido recoger en un mismo escrito los tres grandes temas que, desde el puesto propio de uno que más que observar admira el pontificado de Papa Francisco; parecen ser los grandes hitos que jalonan el magisterio del actual obispo de Roma: el martirio, el cuidado de la casa común y el ecumenismo, sabiendo que estos temas encuentran su centro en la Buena Noticia que Jesús nos anunció, la fuente de la alegría cristiana. El número significativo de personas que han entregado su vida en la construcción de un mundo mejor, más solidario y fraternos son el “ejemplo de uno de los martirios menos visibles en el mundo de hoy: el de los activistas que, principalmente dentro de las comunidades indígenas, luchan por los valores que afirmó Francisco en la encíclica «Laudato si’».” (Bernardelli, 2017) Las víctimas que han entregado su vida por la causa superior del Reino “Son muertos que confirman violentamente la idea principal de la Encíclica: el vínculo indisoluble entre la defensa del medio ambiente y la justicia social, entre la custodia de la creación y la custodia del hermano.” (Bernardelli, 2017). Nuestra propuesta quiere evidenciar esos “otros mártires” que quieren ser signo evidente del Reino en medio de realidades contrapuestas al Reino y que aquí llamamos antireino. El ecumenismo de la sangre, el que se realiza por el martirio de las grandes comunidades cristianas “¿Los que persiguen a los cristianos les preguntan a qué iglesia o a qué confesión pertenecen?, […] La unidad de los cristianos en estos casos se realiza por la persecución y la sangre: es un ecumenismo del martirio” (García, 2015) se une al ecumenismo por la casa común, ambas realidades sobrepasan los límites que nos encierran en ensimismamientos religiosos que esterilizan las acciones que edifican el Reino de Dios. Breve Aproximación Teológica Al Misterio Del Martirio Desde América Latina El padre J. Sobrino comenta que: “La cruz, en su concreta realidad de crueldad y muerte no tiene por qué ser, evidentemente, el destino de todos los que trabajan por el reino, pero – en algún grado y analógicamente- es inherente al seguimiento” (Sobrino, 2008). Ampliando esta idea Mons. Julio Cabrera dice que “tanto el hecho de ser discípulos de Jesús como misioneros al servicio de su proyecto de vida, ha culminado no pocas veces a lo largo de la historia en el martirio. “El seguimiento y el testimonio hasta dar la vida son dos aspectos esenciales de la respuesta del discípulo” (DP. 50, 54). El misionero “da testimonio de su Señor hasta el derramamiento de su sangre” (AG 24), nos recuerda el Concilio.” (Cabrera, 2009) Los mártires no son extraños para nosotros, sabemos quiénes son y los reconocemos fácilmente por su vida y, obviamente, por su muerte, pero parece que al evocarlos nos volvemos hacia tiempos lejanos, realidades totalmente ajenas a nosotros, se nos describen con características sobrenaturales o como héroes de tragedias griegas, esto suscita, en palabras de Fisichella, “alergia en nuestros contemporáneos, especialmente en las sociedades occidentales” (Autores Varios, 1992), parece, entonces, que el martirio pasara a ser una obra arte más para colocarla en un museo reduciendo a su mínima expresión el valor de su vida reaccionaria. El concepto “mártir” que hoy manejamos comienza a establecerse como oficial a partir del siglo II hacia el 155 d. C. con el acta de martirio de San Policarpo, desde entonces podemos decir que hay una reflexión autentica sobre el martirio identificándolo primeramente con la muerte de Cristo y luego con testimonio de la fe abrazada. Así, con el termino mártir se identifica tradicionalmente a toda persona que sin oponerse activamente acepta la muerte de forma cruenta in “Odium Fidei”, por su amor a Dios, como testimonio de su fe, perdonando y orando por sus verdugos (Autores Varios , 1984). El ejemplo de mártir es Jesús, de él, por tanto, recibe magnificencia la muerte martirial. Para ser mártir, clásicamente, además de las características que hemos mencionado anteriormente se debe tener conciencia de que se muere mártir por qué hay una persona, un grupo de personas, o una estructura social que “odia la fe cristiana”, fe que el mártir conscientemente confiesa. Pero esta concepción clásica de martirio se excluye todo otro tipo de muerte que no se dé bajo estas circunstancias, es decir, mártir es solamente la persona perseguida “in Odium fidei”, que acepta pacífica y conscientemente su muerte, y todo esto lo hace por Amor a Dios que además perdona y ora por sus verdugos. A pesar de que esta definición es tradicionalmente aceptada, nos encontramos con memorias de mártires que no la cumplen, un caso clásico es Santa María Goretti, mártir de la pureza, o san Maximiliano Kolbe, mártir de la Caridad tampoco la cumplen los Santos inocentes. ¿Qué sucede? Se puede decir que hay casos en los que se excluye alguna de las partes de la definición o se reformula por completo en función del testimonio que dictan algunas personas, es decir, son mártires porque su vida (esencialmente) y su muerte (consecuentemente) testimonian algo importante sobre la fe y proyecto Jesús de Nazaret. Así en este sentido se puede hablar de “otro tipo de mártires”, es decir, personas que no murieron por confesar explícitamente su fe en Cristo, entendida como cuerpo de doctrinas, sino por la concreción que hicieron en su vida de la fe en Jesús de Nazaret, esta es una opción que significa, es decir, hace evidente su fe en Cristo y presente el Reino de Dios en medio de las realidades históricas que les tocó vivir. En Latinoamérica la Iglesia hizo una opción radical que enrumbó su labor a favor del Reino, esta opción es fundamental y criterio de discernimiento en cuanto al seguimiento de Jesús en el Reino (Consejo Episcopal Latinoamericano, 2014): la Opción por los Pobres que se hizo concreción en las luchas por la reivindicación de los derechos de los más desposeídos y en el acompañamiento de sus vidas y trabajos, es decir, se concreto en la lucha por la justicia, se concluye, en consecuencia que a partir de esta opción el principal motivo de martirio en Latinoamérica se haya transformado en el “odium Iusticie”, es decir, en el odio a la justicia. Es aquí donde tienen su puesto las vidas martiriales que se entregaron a partir de la década del 70. En este contexto martirial la Orden franciscana conventual ofrece la vida de tres de sus hijos fr. Carlos de Dios Murias, quien donó su vida en Argentina, y los beatos fr. Sbigniew Strzalkowski y fr. Michal Tomaszek mártires polacos muertos en Pariacoto, así, aunque murieron en circunstancias diferentes su muerte los une en tanto que fueron asesinados por la forma en la que vivieron su fe. Aun así hay una gran cantidad de personas que fueron asesinadas dentro de este contexto de lucha que el poema a los mártires de la UCA define tan bien: “EL PUEBLO DE EL SALVADOR, mi pueblo escogido y amado sin él saberlo. Yo escogí a El Salvador para juzgar al mundo, para separar a los malos de los buenos, para besar a los pobres en la frente y poblar las mansiones de mi Reino” (Sebastian). Es decir, gente que con su sufrimiento martirial dejo en claro quién es Dios y de qué lado está y quienes luchan contra el Reino, aunque no lucharan abiertamente por la justicia su vida es verdadero testimonio de la Opción de Dios, esta pléyade de mártires se escapa de los dos grandes grupos antes expuestos. Hablamos aquí de la muerte martirial de los “pueblos masacrados” que simplemente murieron sin tener culpa, es decir, siendo inocentes y de forma totalmente injusta y cruel, esto es lo que Ignacio Ellacuría y Jon Sobrino dieron con llamar “Pueblos Crucificados” o “siervo de Yavéh”. Con estas palabras se quiere hablar de las inmensas mayorías que están transidas de muerte y no cualquier tipo de muerte sino una bajo el signo de la cruz, es decir, la muerte dada a uno o varios inocentes en forma injusta y cruel que desfigura a quien la sufre quitándole lo más suyo, su propia vida, pero es una muerte que, paradójicamente, trae vida a pesar de ser aparente victoria del mal. “[…] Sobrino encuentra paralelos con el destino de Jesús y con el destino de muchos hasta el día de hoy, comprometidos con el derecho y la justicia, y por ello calumniados, perseguidos y finalmente asesinados. Este paralelismo, visto con precisión, sólo se aplica a una minoría: los que han sido asesinados por su compromiso activo a favor de la justicia. Pero, junto a ellos existe un número mucho mayor de hombres y mujeres que mueren “de manera pasiva”, por el simple hecho de estar allí” (Martin Meier, xxv) Breve acercamiento al martirio desde la óptica franciscana Lo primero que debo decir en este apartado es que en él no deseo agotar el tema del martirio como se presenta en toda la tradición franciscana, esto sería materia para otro artículo, aquí solo pretendemos esbozar unas líneas que nos permitan conocer el pensamiento de Francisco y Clara sobre el martirio mismo, puesto que el caso que nos ocupa es el de uno de sus hijos. Bien aclarado el punto debemos comenzar por decir que Francisco deseaba dar su vida de forma martirial. Esto hay que entenderlo por el contexto religioso del tiempo en el que vivió San Francisco, la muerte martirial era algo que se buscaba, además de ser el camino más efectivo e inequívoco de alcanzar la santidad. No es extraño, por lo tanto, que Francisco, que ardía en deseos de estar ya plenamente con el amado, buscara el martirio para alcanzar tan anhelada meta. Pero sería muy simplón de nuestra parte acabar las razones del deseo de martirio de San Francisco en el simple anhelo de alcanzar la santidad, sería por demás cuestionable esta razón para morir de tal manera y nos dejaría un muy mal sabor de boca acabar nuestra reflexión sobre el martirio desde la perspectiva franciscana en este punto, por eso queremos adentrarnos más en la cuestión y preguntarnos si San Francisco agrega algo nuevo a lo que en su entorno se tenían por las razones para desear el martirio. El seguimiento de Cristo pasa Por la Cruz San Francisco decía en el Oficio de la Pasión “Ofrendad vuestros cuerpos y cargad con su cruz y seguid hasta el fin sus santísimos preceptos” (Of.P. VII) esta exhortación llama la atención sobre todo por el manejo de la escritura que el santa hace en ella Lazaro Irriarte dice con respecto al tema que este es un “curioso caso de acomodación neotestamentaria: el salmo 95, 8 dice: tollite hostias… (Llevad Ofrendas), Francisco cambia la expresión según Rom. 12, 1: Exhibeatis corpora vestra hostiam viventem) Ofreced vuestros cuerpo como Sacrifio “Hostiam” viva)” (Irriarte, 1982) Así el antiguo ofrecer ofrendas al Señor de los ejércitos queda superado por el nuevo testamento que invita a Ofrecer no solo una ofrenda impersonal sino a toda la persona, pero la invitación de San Pablo a los romanos es de nuevo superada esta vez por el mismo San Francisco que especifica que tal ofrecimiento de la propia vida pasa por Cargar la Cruz y seguir sus mandamientos. De modo que la perfección de la ofrenda a Dios es el seguimiento a Jesús según aquello que ha dicho Pedro “Cristo nos ha dejado un ejemplo para que sigamos sus huellas” o lo dicho por Pablo “Tengan ustedes los mismo sentimiento de Cristo” o “Sean imitadores míos como yo lo soy de Cristo” por que seguir a Jesús y cargar la cruz parece ser, no solo en Francisco sino en toda la espiritualidad cristiana, una sola y misma cosa. Así en la admonición 6: “Reparemos todos los hermanos en el buen Pastor, que por salvar a sus ovejas soportó la pasión de la cruz las ovejas del Señor le siguieron en la tribulación y la persecución, en el sonrojo y el hambre, en la debilidad y la tentación, y en todo lo demás; y por ello recibieron del Señor la vida sempiterna.Por eso es grandemente vergonzoso para nosotros los siervos de Dios que los santos hicieron las obras, y nosotros, con narrarlas, queremos recibir gloria y honor.” (Irriarte, 1982) El seguimiento a Jesús implica fidelidad continua aun en los momentos en los que el seguimiento trae consigo el signo ineludible de la Cruz en su parte más negativa y dolorosa, en eso se juega el verdadero seguimiento por eso me animo a decir que el martirio es signo inequívoco de verdadero seguimiento, es decir, “quien quiera ser mi discípulo niegue se a si mismo tome su cruz diaria y sígame” Mc. 8, 34 Téngase en cuenta que si San Francisco buscaba ser verdadero discípulo, en cuanto que seguidor de Jesús, así nos lo deja ver en el primer capítulo de la regla no bulada cuando dice: “la regla y vida de los hermanos consiste en… seguir las enseñanzas y las huellas de nuestro Señor Jesucristo” y si hemos dicho que la cruz es intrínseca al seguimiento, se deduce, por tanto, que San Francisco buscara por todos los medios adherirse a esta Cruz, por eso San Francisco dice en Admonición 5 que de lo único que podemos gloriarnos es de cargar la Santa Cruz, porque si lo hacemos estamos siendo verdaderos discípulos de Jesús. (Irriarte, 1982) Santa Clara recomendaba a Ermentrudis de Brujas “Alza, carísima, tus ojos al cielo. Carga con la cruz y sigue a Cristo que va delante de nosotros, ya que, a través de toda clase de tribulaciones, él nos introducirá en su gloria” (Irriarte, 1982) de nuevo aparece como nota esencial del seguimiento el cargar la cruz, es decir el tomar sobre sí todo lo que en esta realidad es negatividad para y por la escuela de Cristo transformarlo en ofrenda al Padre y convertirlo en Vida y resurrección. Santa Clara igual que San Francisco tiene claro que el seguimiento pasa por la cruz en todas las formas en las que esta se aparezca, por eso ella tampoco dudara en querer salir en busca del martirio como lo hiciera san Francisco en su momento El Martirio por Amor de Dios Otra nota altamente individualizante de la experiencia del martirio en San Francisco es el Amor “Francisco abrazado en el incendio de la caridad, ambicionaba alcanzar el triunfo de los mártires. Deseaba ofrecerse por medio del martirio como hostia viva a su Dios”: Ferventi quoque caritatis incedio gloriosum sanctorum martyrum aemulabatur triumphum, in quibus nec amoris flamma exstingui, nec fortitudo potuit infirmari. Desiderabat propterea et ipse, illa perfecta caritate succesus, quae foas mittit, per martyrii flamman hostiam Domine se offerre viventem. (Leyenda Mayor 9,5) (Autores Varios , 1980 ). Llama la atención el uso de una expresión tan similar a la del salmo VII del Oficio de la Pasión. De aquí que se pueda decir que ofrecerse a sí mismo como hostia (en su sentido de victima) a Dios se pueda hacer por medio del martirio, y que este sea el sentido más original para San Francisco de la expresión “Exhibeatis corpora vestra hostiam viventem” Aquí quiero hacer una precisión y decir que el franciscano no busca el martirio por el martirio, como se podría deducir de una lectura un tanto apresurada de las fuentes, quiero decir que hay un fondo más profundo en la cuestión del martirio y este es el sentido etimológico de la palabra mártir que , como ya hemos dicho, viene del griego y significa dar testimonio y esto es precisamente lo que buscó san Francisco siempre, lo que buscaron su hermanos y hermanas y lo que busca todo buen franciscano, es decir, el franciscano inflamado por el divino amor, o sea, habiendo experimentado en su vida el amor incondicional y sin reservas de Dios que no solo lo crea por amor sino que, cuando había caído por propia culpa, lo redime por el mismo santo amor; se siente invitado a comunicar con toda la vida este amor sin reservas de Dios, esto en pocas en una sola palabra es martirio. De lo que hemos dicho anteriormente se deduce una evolución en la concepción del martirio, pues aunque el martirio cruento sea como la cima del deseo de unión con Dios se comienzan dejar espacios para considerar la vida íntimamente unida a Cristo como una vida martirial. San Francisco a pesar de su deseo de ser mártir nunca lo fue. Las fuentes al presentar los fracasos recurrentes de Francisco al querer alcanzar esta meta hace sin saberlo, o con plena conciencia de ello, una evolución en el concepto de martirio. Así para las fuentes el mártir es el que se ha identificado plenamente con Cristo sobre todo en los sufrimientos, con ellos emula la muerte del protomártir y testimonia el amor de Dios que lo capacita para sufrir con paciencia los dolores temporales, le da la gracia de perdonar a sus verdugos y le concede la gloria sempiterna. Según esta definición de mártir de los hagiógrafos san Francisco podía ser considerado verdaderamente como mártir puesto que él se identificó plenamente con Jesús hasta el punto de llamársele “alter Chritus”, su configuración con Cristo se va perfeccionando por medio de los sufrimientos causados por las enfermedades y se plenifica por medio del Evento del Alverna en donde queda ratificado por la impresión de las llagas su total identificación con Cristo en la Cruz. San Francisco mismo dice en el Cántico de las Creaturas “Loado seas, mi Señor, por aquellos que perdonan por tu amor, y soportan enfermedad y tribulación. Bienaventurados aquellos que las soporten en paz, porque por ti, Altísimo, coronados serán.” Por eso podemos llegar a decir que el martirio en la tradición franciscana alcanza una frescura de originalidad en cuanto se comprende desde una concepción diferente, es decir, desde el seguimiento cargando la cruz y desde el testimonio por Amor a Dios y porque vuelve de alguna manera a lo original de la visión cristiana del martirio, es decir, la vida martirial o testimonio vital de la verdad suprema que es el amor de Dios. Partiendo de esta concepción se puede decir que en cuanto que el franciscano está llamado a testimoniar de forma especial el amor al Dios que es Amor, está llamado a ser mártir, es decir, a hacer de su vida un completo testimonio de la primacía de Dios, por eso del mártir se puede decir que es un verdadero hermano menor. Laudato Si La amenaza que representa para nosotros la crisis ecológica, “trasciende nuestras divisiones tradicionales”. […] “el peligro que enfrenta nuestra casa común, el planeta en que vivimos, está descrito en la encíclica de una forma que no deja dudas sobre el riesgo existencial al que nos enfrentamos” (García, 2015). El signo de la cruz que en tiempos de Ellacuria marcaba a los grandes pueblos oprimidos convirtiéndolos en pueblos crucificados, extiende su sombra a nuevas realidades, alcanzando a nuestra casa común. La naturaleza vive una continua pasión "La creación, en efecto, fue sometida a la vanidad, no espontáneamente, sino por aquel que la sometió, en la esperanza de ser liberada de la servidumbre de la corrupción para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Pues sabemos que la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto." (Autores Varios , 2007). « Que los seres humanos destruyan la diversidad biológica en la creación divina; que los seres humanos degraden la integridad de la tierra y contribuyan al cambio climático, desnudando la tierra de sus bosques naturales o destruyendo sus zonas húmedas; que los seres humanos contaminen las aguas, el suelo, el aire. Todos estos son pecados ». (Francisco, 2016) “Ocho años después de Pacem in terris, en 1971, el beato Papa Pablo VI se refirió a la problemática ecológica, presentándola como una crisis, que es « una consecuencia dramática » de la actividad descontrolada del ser humano: « Debido a una explotación inconsiderada de la naturaleza, [el ser humano] corre el riesgo de destruirla y de ser a su vez víctima de esta degradación ». (Francisco, 2016) Este continuo martirio al que está sometida la creación, es compartida por muchos hombres y mujeres que han decidido participar de la suerte de la casa común, no como un sufrimiento sin sentido, sino desde la perspectiva de la fe como un sufrimiento redentor capaz de generar vida ahí donde solo podía haber muerte. El ecumenismo que nace del Martirio y de la lucha por la casa común “La mayor parte de los habitantes del planeta se declaran creyentes, y esto debería provocar a las religiones a entrar en un diálogo entre ellas orientado al cuidado de la naturaleza, a la defensa de los pobres, a la construcción de redes de respeto y de fraternidad. Es imperioso también un diálogo entre la ciencias mismas” (Francisco, 2016), el Papa Francisco comprende que los grandes temas que marcan la actual realidad de los hombres de nuestro tiempo deben ser espacios para el dialogo y la construcción de proyectos comunes. Por ello la lucha por la creación, así como la continua y sistemática persecución violenta contra los cristianos son momentos de “gracia” que nos hermanan y nos fortalecen para seguir tratando haciendo avanzar el Reino nuevo que Dios inauguro en Cristo Jesús. La cruz es el lugar donde nace la vida, el Papa Francisco afirmaba en su discurso antes los sacerdotes, religiosos y seminaristas en Egipto: “Quien huye de la Cruz, huye de la resurrección” (Francisco, Radiovaticana , 2017). La cruz que marca tanto a la creación como a las comunidades cristianas perseguidas son espacios para asumir la propia responsabilidad en el proyecto del Reino. Todo se reduce en asumir la responsabilidad en la tarea que nos toca en este plan redentor. Bibliografía Autores Varios . (1980 ). Escritos de San Francisco, Biografías y Documentos de la Época. Madrid: B.A.C. Autores Varios . (1984). Sacramentum Mundi. Barcelona : Herder. Autores Varios . (2007). Biblia de Jerusalen. Bilbao: Desclée De Brouwer. 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Coordinador Fraternitas EG
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