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San Francisco y la Misericordia

Queridos hermanos y hermanas He querido dejarles una breve reflexión en torno a la figura de San Francisco de Asís, en quien tenemos un ejemplo preclaro de Seguimiento a Jesús. Quisiera que estas palabras puedan ayudarles a seguir con fidelidad el camino de la vocación específica que Dios les ha regalado 1. Ponernos en Situación Lo primero que les propongo es ponernos en situación La misericordia es una de la virtudes señeras del cristiano, dice Roberto Benigni en su presentación del libro del Papa Francisco: la misericordia es una virtud activa, inquieta, no se queda sentada en su trono esperando se le rinda pleitesía. La misericordia conmueve en el amplio sentido de esta palabra: remueve internamente, es como una herida que inquieta y no deja estar tranquilo a la vez que nos mueve con, es decir, nos hace avanzar con los otros. En particular con los destinarios preferenciales del Evangelio a los que el Papa Francisco ha dado en llamar periferias existenciales y que el Evangelio llama simplemente pobres En el pensamiento griego clásico la misericordia dista de ser una virtud "positiva" y se comprende más desde la perspectiva del Pathos. Para Aristóteles el Eleos provoca un dolor innecesario para quien lo sufre. 2. La Misericordia en la Sagrada Escritura En el Antiguo Testamento la misericordia se comprende desde otra perspectiva, siendo primordialmente, una actitud divina con respecto al ser humano desde el ser humano a la creación en general. Al definir la misericordia los Libros del Antiguo Testamento usan sobre todo dos expresiones, cada una de las cuales tiene un matiz semántico distinto. Jesed algunas veces traducido como amor otras directamente como misericordia, se puede entender como todo lo bueno que hay en una relación de dos personas que se quieren mucho, El Papa Juan Pablo II reflexionando al respecto decía en la encíclica Dives in Misericordia: “Ante todo está el término hesed, que indica una actitud profunda de « bondad ». Cuando esa actitud se da entre dos hombres, éstos son no solamente benévolos el uno con el otro, sino al mismo tiempo recíprocamente fieles en virtud de un compromiso interior, por tanto también en virtud de una fidelidad hacia sí mismos. Si además hesed significa también « gracia » o « amor », esto es precisamente en base a tal fidelidad. El hecho de que el compromiso en cuestión tenga un carácter no sólo moral, sino casi jurídico, no cambia nada. Cuando en el Antiguo Testamento el vocablo hesed es referido el Señor, esto tiene lugar siempre en relación con la alianza que Dios ha hecho con Israel. Esa alianza fue, por parte de Dios, un don y una gracia para Israel. Sin embargo, puesto que en coherencia con la alianza hecha Dios se había comprometido a respetarla, hesed cobraba, en cierto modo, un contenido legal. El compromiso jurídico por parte de Dios dejaba de obligar cuando Israel infringía la alianza y no respetaba sus condiciones. Pero precisamente entonces hesed, dejando de ser obligación jurídica, descubría su aspecto más profundo: se manifiesta lo que era al principio, es decir, como amor que da, amor más fuerte que la traición, gracia más fuerte que el pecado. Esta fidelidad para con la « hija de mi pueblo » infiel (cfr. Lam 4, 3. 6) es, en definitiva, por parte de Dios, fidelidad a sí mismo. Esto resulta frecuente sobre todo en el recurso frecuente al binomio hesed we emet (=gracia y fidelidad), que podría considerarse una endíadis (cfr. por ej. Ex 34, 6; 2 Sam 2, 6; 15, 20; Sal 25 [24], 10; 40 [39], 11 s.; 85 [84], 11; 138 [137], 2; Miq 7, 20). « No lo hago por vosotros, casa de Israel, sino más bien por el honor de mi nombre » (Ez 36, 22). Por tanto también Israel, aunque lleno de culpas por haber roto la alianza, no puede recurrir al hesed de Dios en base a una justicia legal; no obstante, puede y debe continuar esperando y tener confianza en obtenerlo, siendo el Dios de la alianza realmente « responsable de su amor ». Frutos de ese amor son el perdón, la restauración en la gracia y el restablecimiento de la alianza interior.” El Papa Francisco agrega señalando en el retiro dado a sacerdotes este año que: “La misericordia es tanto el fruto de una «alianza» —por eso se dice que Dios se acuerda de su (pacto de) misericordia (hesed) — como un «acto» gratuito de benignidad y bondad que brota de nuestra psicología más profunda y se traduce en una obra externa (eleos, que se convierte en limosna).” El salmista canta repetidamente el Jesed de Dios como en el salmo 135 1 Dad gracias al Señor porque es bueno: porque es eterna su misericordia. 2 Dad gracias al Dios de los dioses: porque es eterna su misericordia. 3 Dad gracias al Señor de los señores: porque es eterna su misericordia. “Estamos ante un gran himno, en forma de letanía: el pueblo responde a las diversas invocaciones. Este himno es una invitación a la contemplación de la naturaleza e historia bajo el prisma de la misericordia de Dios. Considerado el Gran Hallel (junto con el salmo precedente). La estructura es sencilla: comienza y termina con una invitación a dar gracias al Señor (vv.1-3.26) por la salvación que comienza con la creación (vv. 4-9), primera intervención en la historia, y continúa en la historia de su pueblo (vv.10-25). Reproduce a grandes rasgos el orden de Gn 1: La creación está vista en estratos horizontales: el cielo es la morada de Dios; los astros marcan el ritmo del tiempo; la tierra es el escenario de la historia humana. Al mismo tiempo escoge como momento estelar de la historia de la salvación la liberación de la esclavitud que los egipcios sometieron al pueblo hebreo. Este acontecimiento contiene el acontecimiento pascual consignado en el Antiguo Testamento. Este himno para solista y coro está marcado por la antífona “porque es eterna su misericordia (=su amor fiel)”. Las dos revelaciones del Señor, la cósmica y la histórica, se funden en una sola alabanza en honor del heded (=del amor fiel) de Yahvé. El salmo queda abierto a nuevas invocaciones porque la misericordia de Dios es eterna, su amor es fiel en nuestra vida cotidiana. Piensa que el salmista quiere que nos sumerjamos en la gozosa experiencia del amor fiel de Dios por la salvación que ha ofrecido (y sigue ofreciendo) a través de la creación (porque Dios nos crea y recrea) y de la historia (porque seguimos viviendo en ella). Para ello, el salmista pone ante nosotros un conjunto de verbos en pasado cuyo sujeto agente es Dios y el sujeto paciente es el pueblo de Dios en una relación de alianza: “hizo”, “asentó”, “sacó”, “dividió”, “condujo”, “guió”, “dio”, “se acordó”, “nos libró”, “nos dio alimento”. En todos estos verbos Dios lleva la parte activa de la alianza. En todos estos verbos recae sobre Dios la tarea más ardua de nuestra vida. Los verbos reservados al pueblo se resumen en “Dad gracias” (en imperativo).” El segundo vocablo, que en la terminología del Antiguo Testamento sirve para definir la misericordia, es rah mim. San Juan Pablo II comentaba en la Dives in Misericordia: Este tiene un matiz distinto del hesed. Mientras éste pone en evidencia los caracteres de la fidelidad hacia sí mismo y de la « responsabilidad del propio amor » (que son caracteres en cierto modo masculinos ), rah min, ya en su raíz, denota el amor de la madre (rehem= regazo materno). Desde el vínculo más profundo y originario, mejor, desde la unidad que liga a la madre con el niño, brota una relación particular con él, un amor particular. Se puede decir que este amor es totalmente gratuito, no fruto de mérito, y que bajo este aspecto constituye una necesidad interior: es una exigencia del corazón. Es una variante casi « femenina » de la fidelidad masculina a sí mismo, expresada en el hesed. Sobre ese trasfondo psicológico, rah mim engendra una escala de sentimientos, entre los que están la bondad y la ternura, la paciencia y la comprensión, es decir, la disposición a perdonar. El Antiguo Testamento atribuye al Señor precisamente esos caracteres, cuando habla de él sirviéndose del término rah mim. Leemos en Isaías: « ¿Puede acaso una mujer olvidarse de su mamoncillo, no compadecerse del hijo de sus entrañas? Aunque ellas se olvidaran, yo no te olvidaría » (Is 49, 15). Este amor, fiel e invencible gracias a la misteriosa fuerza de la maternidad, se expresa en los texos veterotestamentarios de diversos modos: ya sea como salvación de los peligros, especialmente de los enemigos, ya sea también como perdón de los pecados —respecto de cada individuo así como también de todo Israel— y, finalmente, en la prontitud para cumplir la promesa y la esperanza (escatológicas), no obstante la infidelidad humana, como leemos en Oseas: « Yo curaré su rebeldía y los amaré generosamente » (Os 14, 5). El Papa Francisco dice: ​“La misericordia, en su aspecto más femenino, es el entrañable amor materno, que se conmueve ante la fragilidad de su creatura recién nacida y la abraza, supliendo todo lo que le falta para que pueda vivir y crecer (rahamim); y en su aspecto más masculino, es la fidelidad fuerte del Padre que sostiene siempre, perdona y vuelve a poner en camino a sus hijos” San Lucas que se ha dado en llamar en evangelio de la misericordia utiliza mucho esta imagen así es normal leer que se le conmovieron las entrañas (Padre misericordioso) o expresiones como por la entrañable misericordia de nuestro Dios. 3. La Misericordia en el pensamiento de San Francisco de Asís Nosotros, nos centraremos en esta última definición de misericordia y buscaremos evidenciarla en el idiario de San Francisco. San Francisco cita continuamente la frase de la primera carta de Pedro Cristo nos ha dejado un ejemplo para que sigamos sus huellas, esta frase es a que nos permite hacer este trabajo. El continúo ejercicio franciscano de seguir a Jesús, que es la vocación franciscana: “Ésta es la vida del Evangelio de Jesucristo, que el hermano Francisco pidió al señor papa que se la concediera y confirmara; y él se la concedió y confirmó para sí y para sus hermanos, presentes y futuros” “La regla y vida de estos hermanos es ésta, a saber, vivir en obediencia, en castidad y sin propio, y seguir la doctrina y las huellas de nuestro Señor Jesucristo”. “La regla y vida de los Hermanos Menores es ésta, a saber, guardar el santo Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, viviendo en obediencia, sin propio y en castidad.” “El Hijo de Dios se ha hecho para nosotras camino, que con la palabra y el ejemplo nos mostró y enseñó nuestro bienaventurado padre Francisco, verdadero amante e imitador suyo.” Es lo que permite el desarrollo de esta parte de nuestra reflexión. San Francisco indica a los hermanos como deben comportarse entre ellos utilizando repetidas veces la imagen de la maternidad como una madre cuida y nutre a sus hijos: “Y confiadamente manifieste el uno al otro su necesidad, para que le encuentre lo necesario y se lo suministre. Y cada uno ame y cuide a su hermano, como la madre ama y cuida a su hijo (cf. 1 Tes 2,7), en las cosas para las que Dios le dé su gracia. Y el que no come, no juzgue al que come (Rom 14,3).” “Y, dondequiera que estén y se encuentren los hermanos, muéstrense familiares mutuamente entre sí. Y confiadamente manifieste el uno al otro su necesidad, porque, si la madre cuida y ama a su hijo (cf. 1 Tes 2,7) carnal, ¿cuánto más amorosamente debe cada uno amar y cuidar a su hermano espiritual? Y, si alguno de ellos cayera en enfermedad, los otros hermanos le deben servir, como querrían ellos ser servidos (cf. Mt 7,12).” La moción o movimiento interno que provoca la Misericordia en el sujeto actuante, es de Dios, él es quien mueve al hermano ​ “El Señor me dio de esta manera a mí, hermano Francisco, el comenzar a hacer penitencia: porque, como estaba en pecados, me parecía extremadamente amargo ver a los leprosos. Y el Señor mismo me condujo entre ellos, y practiqué la misericordia con ellos”. La misericordia tiene un doble efecto la conversión en quien la práctica " Y al apartarme de los mismos, aquello que me parecía amargo, se me convirtió en dulzura del alma y del cuerpo; y después me detuve un poco, y salí del siglo." Y la conversión de quien la recibe: “Y en esto quiero conocer si tú amas al Señor y a mí, siervo suyo y tuyo, si hicieras esto, a saber, que no haya hermano alguno en el mundo que haya pecado todo cuanto haya podido pecar, que, después que haya visto tus ojos, no se marche jamás sin tu misericordia, si pide misericordia. Y si él no pidiera misericordia, que tú le preguntes si quiere misericordia. Y si mil veces pecara después delante de tus ojos, ámalo más que a mí para esto, para que lo atraigas al Señor; y ten siempre misericordia de tales hermanos.” 4. Conclusión: Cuanto hemos dicho aquí puede movernos a cierto grado de admiración, puede incluso inspirar en nosotros pensamientos santos, grandes ideales, pero lo que busca esta breve reflexión es llevarnos a la acción. La misericordia, decimos al principio, es una virtud inquieta, que busca salir hacia el otro, sobre todo el otro al que esta dirigida el anuncio del Evangelio: Los Pobres. La Madre Francisca Paula de Jesús Gil cano, fundadora de la Franciscanas de la Purísima decía: “los pobres son mi delicia”, se han vuelto la dulzura del alma y cuerpo. Estos pobres adquieren rostros diferentes en cada contexto donde nos encontremos, lo importante es no ser sordos a la voz del Señor, descubrirle cuando nos llama a servirle en los hermanos más pequeños. Dios los bendiga hermanos Emmanuel Barrientos Arguedas 

Coordinador Fraternitas EG


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