top of page

Aquel día amaneció para Pablo

La noche la pasó pensando cuanto le irritaban los seguidores de aquel carpintero de Nazaret. Que peste tan molesta – se decía – son peores que los paganos, por lo menos los paganos no se metían con el “Santo, bendito sea” (es que Saulo, como buen judío nunca pronunciaba el nombre de Dios ¡No podía! Él era un celoso observador de la ley y pronunciar el nombre de Dios podría hacerlo pecar contra la ley) diciendo que tenía un hijo y que este hijo los había salvado con su muerte y resurrección – sarta de tonterías – pensaba y mientras se revolvía en sus pensamientos su inquina por aquellos seguidores del Nazareno, aumentaba. Aquella noche entre sus pensamientos, apareció en su memoria el recuerdo de Esteban, con todo y que este era de los del nazareno, su muerte (de la que fue testigo) le desconcertaba. Ese joven con la vida por delante había aceptado, con el arrojo de su juventud en flor, morir por aquel carpintero, pero como si aquello no fuera suficiente Esteban había muerto perdonando a sus verdugos, que – aunque eran de los suyos – le parecían animales carentes de razón. La noche que antecedió el día que amaneció para Pablo de Tarso, no la durmió o durmió muy poco – no lo recuerda bien – recuerda, eso sí, que la noche la pasó entre cavilaciones y recuerdos; a ratos repasaba su plan – como acabaría con la memoria del Nazareno en las tierras de Damasco – así pasó la noche. La madrugada de aquel día le pareció más oscura y silenciosa que de costumbre, pareciera como si la noche hubiera querido extender su velo cubriendo la tierra más de la cuenta, pero el sol ¡El Sol siempre vence a las tinieblas! Aquel día Pablo se daría cuenta. El Sol amaneció brillando con la fuerza del medio día, con tal fuerza, que sin saber cómo Pablo se vio, bueno se dio cuenta más bien, que su luz lo había tirado por tierra. Allí en la tierra, entre el polvo y su vida, lo vio ¡Si! Lo vio y en un momento parecía que el mundo se le detenía, era aquel nazareno, lo sabía bien él lo había visto muerto en la cruz y vivo en los ojos de Esteban, era el mismo carpintero. En sus ojos no había reproches solo un amor tan inmenso como el cielo. Su visión, primero le aterró ¿Qué he hecho? – Se dijo – te he perseguido sin saberlo, y como confirmación de aquel pensamiento oyó la voz del Nazareno, el Hijo de Dios, del que sería de ahora en más, siervo que en idioma hebreo le decía: ``Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar coces contra el aguijón. Cuentan los que saben que Pablo buscando alguna forma en la que excusarse le dijo al Nazareno: `` ¿Quién eres, Señor? Y el Señor, viéndolo con ternura, con sus ojos que son capaces de llegar al mismo centro del alma, le dijo, con su voz que es capaz de iluminar con cada palabra pronunciada: ``Yo soy Jesús a quien tú persigues. ‘Pero levántate y ponte en pie; porque te he aparecido con el fin de designarte como servidor y testigo. Aquel día amaneció para San Pablo, y ante sus ojos se abrieron caminos, nuevos destinos para el Evangelio.

Emmanuel Barrientos

Coordinador Fraternitas EG


Entradas destacadas
Entradas recientes
Archivo
Buscar por tags
Síguenos
  • Facebook Basic Square
  • Twitter Basic Square
  • Google+ Basic Square

©2017 Camunidad Laical Fraternitas EG

  • Blogger Social Icon
  • Facebook Social Icon
bottom of page