Aquel día amaneció para Mateo
- Fraternidad Para la Alegría del Evangelio
- 22 sept 2017
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Aquel día amaneció para Mateo como cual quiero otro día. Mateo hizo acopio de todas las fuerzas que tenía para levantarse, se arregló lo mejor que pudo y se dirigió para su mesa, la mesa que le había convertido en publicado. Mateo estaba seguro que aquel día seria como cualquier otro, pero ese día amaneció para Mateo; entre la gente vio llegar a un carpintero de Galilea. Ese hombre tenía algo diferente, no le condenaba solo lo miraba y su mirada parecía llegar a lo más hondo del alma, si el alma tiene tuétano, hasta allí le llegaba. Aquel el hombre ¡Mateo podía asegurarlo! Le conocía completamente y aun así en su mirada no había reproches; Mateo podía ver en sus ojos tanta ternura, un mar de ternura que sobrepasaba el de su Galilea natal y por primera en mucho tiempo Mateo se sintió amado. El carpintero de Galilea, aquel nazareno, solo le dijo una cosa, pero a Mateo le bastó: “sígueme” y como si fuera un resorte se levantó de su mesa y le siguió, poco importaba la ruta Mateo solo sabía que debía seguirlo. Aquel día amaneció para Mateo. Ese día dejó de ser el publicano y volvió a ser Mateo y ¡que hermosas son las locuras de Dios!, aquel publicano que por su pecado no podía entrar en la casa de Dios, ahora recibía a Dios en su casa, se levantó de la mesa de su pecado y se sentó a la mesa de los hijos. Aquel día Mateo ya no volvió a ser el mismo pues Jesús mirándolo lo amo, amándolo lo perdonó y perdonándolo le llamó