La estigmatización de San Francisco de Asís
La estigmatización de San Francisco de Asís 1. Estigmatización como donación total Hace algún tiempo ya, una hermana y amiga mía (de esas personas que te vuelcan el mundo para que aprendas a verlo distinto) me comentó sobre la tradición de algunos cristianos de oriente que consiste en tatuarse una cruz como signo indeleble de ser cristiano, para ellos, héroes anónimos del cristianismo contemporáneo, significaba una sentencia de muerte pues con ello dicen a sus perseguidores que son de Cristo, no tienen otro señor. Lo cierto es que al pensar en la estigmatización de San Francisco he pensado en este tatuaje que marca una pertenencia absoluta a Dios, pero no tanto como un sometimiento esclavizante, sino como donación mutua de dos personas que se aman a la manera que queda expresada por el dicho de la novia “mi amado es para mí y yo soy para mi amado” (Cant. 6,3) Los estigmas, entendidos de esta manera, serían la señal de la donación completa de Francisco a Cristo. En la carta a toda la Orden Francisco escribía a sus hermanos “nada de vosotros retengáis para vosotros, a fin de que os reciba todo enteros el que se os ofrece todo entero.” (CtO. 29) y Santa Clara de Asís escribía a su amiga Santa Inés de Praga: “ama totalmente a Aquel que por tu amor se entregó todo entero (cf. Gál 2,20)”, (CtCl III, 15) Una donación completa de quien sabe que todo Dios se le ha entregado, San Juan de la Cruz con más poesía que quien esto escribe decía en su canción “Noche oscura” ¡Oh noche que guiaste! ¡Oh noche amable más que la alborada! ¡Oh noche que juntaste Amado con amada, amada en el Amado transformada 2. Estigmatización como fruto de la contemplación del misterio de Cristo Siempre que hablamos de san Francisco de Asís, doña Olga (una de las señoras que visitó los domingos para llevarle la comunión) dice que la unión de San Francisco con Cristo es tal que no se distinguía donde iniciaba san Francisco y terminaba Cristo, con su sabiduría, propia de la edad doña Olga describe lo que durante siglos hemos querido describir cuando decimos que San Francisco es un “alter Christus” (otro Cristo). La cruz es el culmen del seguimiento, de una vida que se ha ido configurando con la de Cristo. La regla no bulada, entre muchos escritos de San Francisco dice a los hermanos que la vocación de los hermanos consiste en “seguir las huellas de nuestro Señor Jesucristo” y es fácil dar con estas huellas pues como cantaba el poeta francés Pierre Emmanuel “tus pies aún sangran en nuestros adoquines” La contemplación de Cristo, actitud propia del cristiano del siglo XXI pues en palabras de K. Rahner “que ha de ser místico o no será cristiano”; lleva a “conocerle a él, el poder de su resurrección y la comunión en sus padecimientos hasta hacerme semejante a él en su muerte” Los estigmas entendidos desde esta perspectiva serán el resultado de la contemplación del rostro de Cristo, capaz de transformar la propia existencia hasta llevarnos a la configuración plena con Él. San Francisco de Asís decía ya en medio de sus múltiples enfermedades: “Conozco a Cristo pobre y crucificado, y eso me basta” 3. La estigmatización como consecuencia del seguimiento Retomemos el dicho del poeta Pierre Emmanuel “tus pies aún sangran en nuestros adoquines” y afirmemos a partir de esta frase que las heridas de Cristo todavía siguen abiertas y son estigmas, es decir, señales que marcan, indican y separan a grandes grupos poblacionales. De hecho, en el lenguaje actual hablamos de grandes grupos estigmatizados. Hablar de estigmas en este sentido, puede incomodar a algunos grupos acostumbrados a separar lo que Dios se empeña constantemente en unir. La salvación del hombre pasa por estas realidades dolorosas, o empecatadas. Realidades que a la postre producen victimas ¿y no es acaso Jesús una víctima inocente?, Jesús fue crucificado porque sobre Él cayó el pecado del mundo. La estigmatización entendida de esta manera consistirá en dejarse marcar, “estigmatizarse” por la realidad, que aquí consiste en participar de la suerte de las grandes poblaciones estigmatizadas. San Francisco afirma en su testamento “El Señor me dio de esta manera a mí, hermano Francisco, el comenzar a hacer penitencia: porque, como estaba en pecados, me parecía extremadamente amargo ver a los leprosos. Y el Señor mismo me condujo entre ellos, y practiqué la misericordia con ellos. Y al apartarme de los mismos, aquello que me parecía amargo, se me convirtió en dulzura del alma y del cuerpo; y después me detuve un poco, y salí del siglo.” (Test 1-4) En el tiempo de Francisco de Asís los leprosos son la población estigmatizada por antonomasia, ellos que, excluidos del todo de la sociedad, considerados muertos en vida, son el lugar donde Francisco encuentra a Cristo. En los ojos del leproso descubre los de Cristo y en ellos en sus cuerpos mutilados, templos vivos de Cristo, que se desbaratan rotos por el peso de la enfermedad descubre la llamada de Cristo “Francisco ve y restaura mi Iglesia que como ves amenaza ruina” La fuerza de esta imagen resuena en el tiempo y nos alcanza a nosotros, hoy nuevamente suena en nuestro corazón las palabras de Cristo “ve y restaura mi Iglesia que amenaza ruina”. Hoy nuestra sociedad está llena de templos en ruina a los que debemos auxiliar, pero sobre todo por los que nos debemos dejar estigmatizar, así llevaremos en nuestro cuerpo las marcas de Cristo, como signo de la total donación de nuestra vida a Cristo y a su proyecto, como fruto de la contemplación del misterio de Cristo, y como consecuencia del seguimiento de Cristo.