Comentario del Santo Evangelio
Del santo evangelio según san Mateo (16,21-27) Un día, la famosa serie de televisión “Los Simpson” me sorprendió poniendo en boca del señor Burns (dueño de la planta de energía atómica donde trabaja Homero Simpson) una cita del Evangelio que escucharemos este domingo: “¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida?” El Señor Burns le preguntaba a su lacayo porque estaba dispuesto a pagar el monto, hacer el cheque con el que ganar el mundo entero. Podríamos decir que el señor Burns representa a todos los que están dispuestos a perderse por ganar batallas vacías, se ha dejado seducir por el mal. Jesús también fue tentado, tentado por su amigo Pedro, a abandonar el proyecto del Reino, a resguardar su vida, a dejar de luchar por lo que vale la pena. Jesús en cambio vuelto a Pedro le dice Ponte detrás de mí Satanás que me haces tropezar; tú piensas corno los hombres, no como Dios. A Pedro se le había olvidado que Jesús es el maestro, él es discípulo (por más que tenga las llaves) Jesús lo devuelve a su sitio “camina detrás de mí”. Pedro nunca olvidó esa lección, por eso años más tarde escribirá: “Cristo sufrió por nosotros dejándonos ejemplo, para que sigamos sus huellas” (1Pe 2,21) Jesús nos propone un proyecto por el que si vale la pena jugarse la vida, el sueño de Dios, el Proyecto de su Reino, un proyecto que va llenando todos los espacios de la propia existencia y que trae consigo el signo de la cruz, que es el signo del amor más grande, porque es el signo del compromiso coherente hasta dar la vida. Emmanuel Barrientos Arguedas Coordinador Fraternitas EG Oremos pidiendo la gracia de “Amar de balde hasta caer rendidos” No me mueve, mi Dios, para quererte el cielo que me tienes prometido, ni me mueve el infierno tan temido para dejar por eso de ofenderte. Tú me mueves, Señor, muéveme el verte clavado en una cruz y escarnecido, muéveme ver tu cuerpo tan herido, muévenme tus afrentas y tu muerte. Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera, que aunque no hubiera cielo, yo te amara, y aunque no hubiera infierno, te temiera. No me tienes que dar porque te quiera, pues aunque lo que espero no esperara, lo mismo que te quiero te quisiera.
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