EL DISCERNIMIENTO EN LA VIDA COTIDIANA
- Rolando Córdoba sj
- 24 jun 2017
- 2 Min. de lectura
El discernimiento en la vida cotidiana
La lección de la Alegría duradera
Dios, para hablarnos, primero nos alegra. Al pensar en compartir algunas experiencias sobre “El discernimiento espiritual en la vida cotidiana”, lo primero que sentí fue que teníamos que comenzar con la Alegría.
Es que el Reino de los cielos, como enseña Jesús en las parábolas de los perdidos y encontrados, es semejante a la alegría indescriptible que experimenta el comerciante aquel que discierne, entre una multitud de perlas, una de infinito valor. Ese alegrón, el más grande de su vida, le hace vender todo lo demás para comprarse la Amistad con Cristo.
¡La alegría! Es que Dios para hablarnos primero nos alegra. Como hizo con María: Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo. Hay alegrías duraderas y alegría pasajeras. Pero hay alegrías y alegrías. Y San Ignacio, maestro de discernimiento, nos enseña que la primera lección que Dios nuestro Señor le dio, al comienzo de su vida espiritual, fue la lección sobre la alegría duradera.
Alegría en medio de la vida cotidiana Adelantemos que una alegría duradera necesariamente tiene que ver con la vida cotidiana. Porque toda experiencia de vida, por especial que sea, si se extiende en el tiempo, se mezcla con la vida cotidiana… Suena el teléfono, viene alguien, tenemos que hacer las cosas de cada día…
¿Cuándo aprendió Ignacio esta lección? Lo consolador es que esta lección, Ignacio, la aprendió cuando todavía no era ni santo ni Ignacio, sino el pobre Íñigo, con la pierna destrozada por la bala de cañón que lo derribó en Pamplona, luego de varias operaciones que no lograron acomodarle del todo el hueso y lo dejaron rengo para humillación de sus vanidosas ambiciones.
¿Qué quiero comunicar con esto? Algo muy sencillo y muy cierto: que si Ignacio pudo aprender esta lección de la alegría duradera también podemos aprenderla nosotros, la gente común, vos y yo.
Si el Señor hizo que se le abrieran los ojos a un Ignacio aburrido en su enfermedad (se la pasaba leyendo novelas de caballería y cuando se le acabaron, leía vida de santos porque eran los únicos libros que tenían en el castillo), entonces el Señor puede abrirle los ojos cualquier persona.
Abrir los ojos a la alegría Abrir los ojos a la alegría de la resurrección es el trabajo de Jesús con los discípulos de Emaús. Si pudo percibir esta alegría verdadera un Ignacio que, como él mismo cuenta, tenía el corazón embebido por una pasión –estaba enamorado de una mujer inalcanzable para él- y estaba mal porque quedaría rengo, si él, en ese estado pudo discernir lo especial de la alegría del Espíritu, digo, también usted que escucha la radio mientras hace sus cosas, puede sentirla y gustarla en su corazón.
¿Te has preguntado alguna vez qué te está pidiendo el Señor que hagas con tu vida?
¿Cuáles han sido las decisiones más importantes que has hecho en tu vida? ¿Fue en realidad una decisión bien tomada, o te arrepientes de haberla tomado? ¿Por qué?